KOMBUCHA: UNA BEBIDA FERMENTADA ALTERNATIVA

Kombucha en estado puro

 La kombucha (konbu cha (昆布茶), té de algas) es una bebida asiática milenaria que está introduciéndose en los mercados occidentales, con un ligero sabor ácido, refrescante producida a partir de la fermentación de té azucarado por parte de levaduras (Saccharomyces, Picchia, Medusomyces) y bacterias acéticas (Acetobacter, Gluconobacter,).

Esta bebida ha experimentado un crecimiento de la demanda enorme en los últimos años, con crecimientos superiores al 20% anual como alternativa saludable a los refrescos azucarados debido a su aporte de antioxidantes procedentes del té (función detox), sus características probióticas (una gran parte de la demanda es de producto sin pasteurizar) y a la percepción de producto bio/natural. Debido a este rápido crecimiento, los procesos industriales implicados todavía están poco caracterizados, lo que supone un auténtico reto a la hora de mantener un producto estandarizado a lo largo del tiempo.

Al igual que en otras bebidas fermentadas, la transformación de los azúcares presentes se produce gracias a la acción de bacterias y levaduras. Mientras que en el vino, por ejemplo, dichas levaduras son naturales (o en su caso, específicamente seleccionadas por sus características), en la kombucha proceden de un inóculo madre externo denominado SCOBY (SCOBY, Symbiotic Culture Of Bacteria and Yeast) procedente de fermentaciones anteriores. Este inóculo tiene una doble función; por un lado, la de iniciar el proceso de transformación del azúcar en otros compuestos orgánicos; por otro, de servir de barrera en fases más avanzadas para iniciar una fermentación alcohólica moderada.

La preparación se inicia a partir de infusiones de té con un contenido de azúcar variable entre el 5 y el 15%. Una vez infusionado, el té se enfría a temperatura ambiente y se le añade una cantidad de té fermentado que contiene el SCOBY (o una película gelatinosa del mismo, denominada ‘hongo del té’ procedente de fermentaciones anteriores) y se deja fermentar a temperatura ambiente durante 7-10 días, tiempo suficiente para que adquiera un sabor ligeramente ácido y cierta efervescencia. Al té pueden añadirse flavores específicos de todo tipo, frecuentemente zumo o licuefactados vegetales, para diversificar el rango de sabores y sensaciones en boca y que contribuyen a reforzar la imagen de un producto sano y con propiedades dietéticas.

Las levaduras inician el proceso hidrolizando la sacarosa a glucosa y fructosa, (un paso crítico ya que las bacterias acéticas no pueden realizar esta hidrólisis) y continúan hacia la producción de etanol (fermentación alcohólica); las bacterias acéticas consumen parte de la glucosa para producir ácidos orgánicos (acético, glucónico y glucurónico, principalmente) mediante metabolismo aerobio que reducen progresivamente el pH del líquido. Al tiempo se forma una película gelatinosa (una matriz de celulosa) en la superficie del cultivo generada por las propias bacterias acéticas que reduce la entrada de oxígeno y que provoca una segunda fermentación de los azúcares residuales en etanol y dióxido de carbono. Al finalizar el proceso, la concentración de alcohol en el producto final es muy baja, alrededor del 0,5%, aunque puede alcanzar el 3% en fermentaciones muy prolongadas o con concentraciones de azúcar iniciales altas, y se alcanza un pH entre 3 y 5. En este punto puede decidirse detener el proceso mediante pasteurización o conservación en frío. 

La producción industrial de kombucha es muy reciente en el tiempo y todavía debe resolver varios desafíos técnicos relevantes, en tanto que el resultado final se ve afectado por numerosas variables derivadas tanto de las materias primas utilizadas (té, agua, azúcar, composición del SCOBY iniciador) como de las condiciones en las que se desarrolla el proceso (tiempo de infusión, temperatura, tiempo de fermentación, aireación). Para garantizar la consistencia a lo largo del tiempo necesaria en la producción industrial deben monitorizarse cuidadosamente, además, diferentes variables físico-químicas que afectarían a las diferentes etapas del proceso.

Por ejemplo, la extracción de componentes del té se ve directamente afectada por la presencia de iones en el agua: en particular, aguas duras con alto contenido en calcio, reducen la eficiencia de la infusión, mientras que aguas blandas aumentan la extracción de moléculas orgánicas, incluyendo taninos que contribuyen al amargor. También el contenido de azúcares iniciales y su naturaleza (sacarosa, o jarabes de glucosa) son relevantes, ya que un mayor contenido de glucosa favorece la producción de ácido láctico y glucónico, mientras que la fructosa podría favorecer la aparición de etanol y acético.

Algunos de los componentes críticos que serían relevantes serían el contenido de azúcares residuales, la concentración de acético, el contenido en polifenoles extraídos del té, los niveles de etanol o dióxido de carbono, además de otros relevantes para el desarrollo del proceso como los niveles de nitrógeno, el glucónico o iones presentes en el agua utilizada para la infusión, sin olvidar que, al contrario de lo que ocurre con las frutas, el nivel de acidez de la infusión es generalmente bajo, lo que significa que su capacidad de bloquear el desarrollo de otras especies de bacterias no acéticas es limitada. Todos estos componentes son críticos en la sensación organoléptica final y directamente afectan a la palatabilidad del producto final por lo que, en producciones industriales, constituyen elementos de control relevantes.

Kombucha en estado puro

Sinatech dispone de reactivos para la determinación de parámetros de calidad en kombucha mediante métodos enzimáticos y colorimétricos, que permiten estandarizar todas las etapas del proceso de producción y ajustarlas de forma idónea al producto deseado. El sistema Dionysos es una herramienta óptima para el control del proceso de producción, capaz de garantizar los requisitos de calidad y seguridad alimentaria exigidos por la reglamentación existente.

  • Azúcares totales, Glucosa+Fructosa, Glicerol
  • Acético, Láctico, Málico, Glucónico, Acidez Total
  • Aminas Primarias, Amonio
  • Polifenoles, Catequinas, Antocianos

Desde hace más de 10 años, el compromiso de Sinatech con el enólogo ha sido el trabajar codo con codo para proporcionarle las soluciones analíticas más adecuadas al control y seguimiento del proceso de vinificación. Métodos automatizados fácilmente adaptables a cualquier rutina de trabajo, con un equipo de asesoría personalizada para ayudarle a una implementación rápida y sin problemas.

Sinatech: trabajo en equipo.

DESTILADOS DE UVA

Beber con moderación

Wine pills

Las bebidas alcohólicas, bien utilizadas, son buenas para el cuerpo y el alma por igual, pero como reconstituyente de ambos no hay nada como el brandy.

Fotografía de George Saintsbury

George Saintsbury

George Saintsbury (1845-1933) fue un escritor, periodista y crítico literario inglés experto en literatura francesa e inglesa pero también un famoso experto en vino, muy conocido por su obra Notes on a Cellar-Book (1920) en el que recogía notas detalladas de todos los vinos que había degustado desde 1894 hasta 1915, ofreciendo una visión muy personal de todo el panorama enológico de la época.

Que la fermentación del mosto de uva produce vino es un hecho bien conocido; sin embargo, a partir del zumo de uva pueden prepararse otras bebidas llenas de matices aromáticos y con intensidades muy diferentes. Fueron los árabes los que introdujeron el concepto de destilar el vino para extraer su esencia, al-ghool, espíritu maligno, que utilizaban principalmente como desinfectante y en medicina que, en latín vino a denominarse aqua ardens, aguardiente. Es probable que se usara para macerar hierbas medicinales dando origen a los cordiales de los que derivarán posteriormente todo el grupo de licores denominados genéricamente ‘digestivos’. En este sentido, fueron los monjes cristianos quienes desarrollaron la técnica de la destilación para producir bebidas espirituosas.

Algunas de los más famosos serían el Brandy, del holandés “brandewijn” que significa vino quemado. La producción mediante destilación de vino joven se hacía en España para su exportación a Holanda; el aguardiente obtenido (denominada precisamente holandas), con una concentración alcohólica entre 35 y 60% se almacenaba en barricas de roble, donde se oxidaba y obtenía su característico color dorado oscuro. Dentro de este grupo encontramos denominaciones de origen específicas como Cognac, (al norte de Burdeos y elaborado a partir de uvas blancas de la variedad ugni blanc), o el Armagnac (en la región de Gascuña).

Otro tipo de destilado sería el que se hace a partir de hollejos y pepitas (genéricamente destilados de orujo), que formarían el grupo de Grappas (Italia) y Orujos (España). Su origen estaría en el aprovechamiento del bagazo restante del prensado de la uva Son destilados potentes y secos, de alta graduación, muy populares en Italia y España que se toman fríos después de la comida, o mezclados con café (caffè corretto o carajillo).

Cuando estos mismos destilados se aromatizan con semillas de anís, nos adentramos en el Mediterráneo Oriental: Arak (la bebida nacional de Líbano, y muy apreciada en Jordania y Siria), Raki (Turquía) y Ouzo (Grecia). Todas ellas son licores procedentes de una doble destilación a la que se añaden semillas de anis para aromatizar. Se beben mezcladas con agua o hielo, lo que hace que tomen un color blanquecino de una turbidez intensa.

Si, en lugar de digestivos buscamos un licor que estimule el gusto, hablamos de aperitivos. Entre ello nos encontramos con el conocido Vermouth, una mezcla de vino moscatel, endulzado con caramelo, hierbas aromáticas y especias; o la Quina, de sabor amargo debido a la corteza de quina, un arbusto sudamericano, que se toma con hielo y gaseosa. Mención aparte merecen el Pisco (Chile y Perú) y el Singani (Bolivia), un destilado de uvas aromáticas (principalmente Moscatel) y no aromáticas que tienen en común su alto contenido en azúcares, y que se toman en forma de combinados (Pisco Sour, con limón, azúcar y huevo; y Chuflay, con ginger ale).

Imagen de un destilador de uvas

Sinatech: trabajo en equipo.

VINO Y CAMBIO CLIMÁTICO

Fotografía de una vid con el fruto seco
Imagen representativa de la sequía extrema en nuestro planeta

El cambio climático es una realidad constatada científicamente que cambiará de forma significativa la producción vinícola en los próximos años. En su acepción más sencilla, se espera un aumento de la temperatura promedio de alrededor de 1,5 ºC en los próximos 15 años con respecto a la temperatura de finales del siglo XX, pero que podría alcanzar hasta 4,8 ºC en los escenarios más extremos de una emisión descontrolada de CO2. En estas condiciones se estima que hasta el 50% de la superficie actual de viñedos podría estar en riesgo de desaparición, principalmente de las zonas de producción cálidas actuales (cuenca mediterránea, California), en beneficio de nuevas áreas de producción en regiones de latitud más elevada1. La industria del vino lleva ya algún tiempo evaluando los desafíos y oportunidades que esta transformación, desgraciadamente de muy difícil reversión, traerá consigo al sector en forma de adaptación a las nuevas condiciones climáticas e innovación en la tecnología de cultivo y producción. Algunos de los riesgos asociados al cambio climático que identifican las empresas productoras tiene que ver con una mayor volatilidad de la producción (asociada a sequías o efectos atmosféricos extremos), alteraciones del proceso de vendimia (menos espaciadas y más cortas), mayores riesgos de plagas y enfermedades o la necesidad de modificar las variedades de viña actuales por otras de mayor resistencia6.

La especia Vitis vinífera, en todas sus variedades, es especialmente sensible a la temperatura de crecimiento. La mayoría de variedades tiene un rango de temperaturas muy estrecho (apenas 2-3 ºC)3 en las que se expresan de forma óptima sus cualidades, lo que hace que sus zonas preferentes de cultivo se extiendan alrededor de los paralelos 50 N y 45 S: demasiado calor y se producen vinos desequilibrados y sin interés; demasiado frío, y se producen vinos ácidos con bajo grado alcohólico. La fenología de la viña viene condicionada por el factor temperatura y se esperan adelantos de la fecha de vendimia que podrían alcanzar por encima de los 20 días con respecto a finales del siglo pasado en algunas zonas mediterráneas2. Aunque en un corto periodo será posible ir ajustando los tiempos de cosecha y las condiciones de cultivo mediante técnicas agrícolas apropiadas, a medio plazo, la combinación de ambos factores sugiere que variedades tradicionales en determinadas zonas se verían desplazadas por nuevas variedades mejor adaptadas a las nuevas condiciones climáticas, afectando de forma radical a las características esperadas del vino producido, algo que afectaría muy especialmente a aquellos territorios con regulaciones DOP como España, Francia o Italia. Estas variedades podrán ser bien escogidas entre aquellas mejor adaptadas a temperaturas más altas, bien hibridas o seleccionadas genéticamente por su mejor resistencia4.

Fotografía de una vid con el fruto seco

El aumento de temperatura tiene una correspondencia directa con la composición del vino, aumentando la concentración de azúcares como respuesta al estrés térmico que sufre la planta, lo que supone un mayor grado alcohólico potencial. Bajo el efecto del calor, las bayas aceleran su maduración y incrementan sus procesos metabólicos, lo que conduce a un cambio en la relación entre azúcares (aumento, principalmente por la deshidratación de la baya) y ácidos (disminución, principalmente por la degradación térmica del málico) que impactan directamente en las características del mosto producido5. También los niveles de potasio aumentan lo que se traduce en un pH mayor del mosto, alcanzando incluso valores por encima de 4,0. También los compuestos fenólicos se ven afectados, aunque en este caso no sólo la temperatura es relevante sino también el grado de exposición a la luz solar; así, por ejemplo, la síntesis de antocianos llega a inhibirse a altas temperaturas, mientras que la presencia de fenoles astringentes aumentaría. El resultado es un desajuste importante entre la madurez técnica y fenólica.

Algunas de los efectos del cambio climático impactarían de forma directa en las técnicas de cultivo empleadas para contrarrestar el efecto del aumento de temperatura en forma de mayor presencia de irrigación en el viñedo (especialmente en zonas en las que se prevé un descenso de precipitaciones), cambios en los patrones de cultivo y poda para reducir la exposición solar, aplicaciones de filtros solares para reducir el efecto de la radiación UV o desplazamiento de los cultivos a zonas de mayor altitud. El mayor problema para su implementación está en las estrictas condiciones requeridas por los consejos reguladores para otorgar la ‘denominación protegida’, lo que redunda en el atractivo para el consumidor que tradicionalmente ha identificado dichas DP como garantía de unas determinadas características.

Disponer de métodos para el control de los procesos de vinificación, poder verificar, y en su caso corregir mediante la aplicación de técnicas enológicas apropiadas, es una herramienta esencial de apoyo a los enólogos en la elaboración de vinos que mantengan los estándares de calidad deseados en un proceso de adaptación constante a los efectos del cambio climático. Sinatech ofrece los sistemas analíticos más avanzados del mercado y que incorporan las tecnologías más innovadoras para proporcionar resultados óptimos.

REFERENCIAS

  1. Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC). (2013). Summary for policymakers. Stocker, T.F., Qin, D., Plattner, G.-K., Tignor, M., Allen, S.K., Boschung, J., Nauels, A., Xia, Y., Bex, V., and Midgley, P.M. (Eds.), Climate Change 2013: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Fifth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change. Cambridge: Cambridge University Press, 3–29.
  2. Ferrise, R., Trombi, G., Moriondo, M., and Bindi, M. (2016). Climate change and grapevines: A simulation study for the Mediterranean basin. Journal of Wine Economics, 11(1), 88–104.
  3. Jones, G.V. (2006) Climate and Terroir: Impacts of Climate Variability and Change on Wine. In: Fine Wine and Terroir – The Geoscience Perspective. Macqueen, R.W., Meinert, L.D. (eds) Geoscience Canada Reprint Series Number 9; Geological Association of Canada; St. John’s, Newfoundland: 247 p.
  4. Duchene, E.; Butterlin, G.; Dumas, V.;Merdinoglu, D. Towards the adaptation of grapevine varieties to climate change: QTLs and candidate genes for developmental stages. Appl. Genet. 2012, 124, 623–635.
  5. Coombe, B.G. (1987). Influence of temperature on composition and quality of grapes. Acta Horticulturae, 206, 23–36.
  6. 2019 ProWein Business Report: Climatic Change (http://www.prowein.de)

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HISTORIA DEL VINO

Imagen de olivos y viñas

Wine pills

Las gentes del Mediterráneo empezaron a emerger del barbarismo cuando aprendieron a cultivar el olivo y la vid.

Estatua de Tucídides

Tucídides

Tucídides (486 aC- 396? aC) es considerado el padre de la historiografía científica, en el que por primera vez los relatos aparecen despojados de intervenciones divinas, intentando recopilar fuentes y registros de forma rigurosa, analizando los hechos en forma de causa-efecto. Su obra Historia de la guerra del Peloponeso es considerada como un modelo de relato rigurosamente científico de un hecho histórico.

El cultivo de la vid es tan antiguo como la historia de la civilización, remontándose al Neolítico, en el momento en el que empiezan a establecerse los primeros asentamientos permanentes. En su estado silvestre, la vid (Vitis vinifera sylvestris) era una liana que crecía abundantemente en los bosques de ribera abrazada a los árboles. Sus bayas, de sabor agridulce agradable y con la capacidad de conservarse por largo tiempo (pasificación) seguramente fueron una reserva alimenticia para el invierno. Los primeros registros arqueológicos que evidencian el consumo de uvas se ubican en el norte de la actual Irán, en Turquía y en Georgia, hace más de 8000 años. Es probable que, en algún momento, se produjera una fermentación accidental que originara una bebida euforizante. 

Desde ese momento se empezaría a su domesticación, mediante la selección de aquellas plantas más prometedoras por su sabor o abundancia. Con el tiempo aparecieron algunas mutaciones que dieron origen a plantas hermafroditas, como las actuales vides (Vitis vinifera vinifera o sativa). Hacia el 3000 aC, en la Edad de Bronce, ya empiezan a encontrarse los primeros registros de cultivo de vid y producción de vino en lo que es el relato más antiguo conocido, la ‘Epopeya de Gilgamesh’ e incluso, hacia el 2000 aC, las primeras leyes hititas que hacen referencia al cultivo del viñedo:  Si un hombre mete su rebaño en una viña cultivado y la arruina, si no ha sido cosechada aún, pagará 10 siclos de plata por cada cepa; y así restituirá. Pero si está cosechada sólo tiene que pagar 3 siclos de plata. 

El comercio y la expansión geográfica de los pueblos de la zona (fenicios, asirios, babilonios, egipcios) por el Mediterráneo llevó la vid a otros territorios, e incluso se extiende hacia Oriente, llegando a China. Los egipcios elaboraban el vino en grandes vasijas de barro y en las pirámides se han encontrado grabados y mosaicos que representan el cultivo de la vid, la recolección, elaboración y disfrute del vino en fiestas y actos religiosos. A Grecia llega hacia el 700 aC y a Italia, hacia el 200 aC. A los romanos les debemos las primeras barricas de madera para almacenarlo y transportarlo, según recoge Julio César en su “Guerra de las Galias” y a la aparición de las primeras técnicas enológicas para clarificarlo. Desde Italia, se extiende el cultivo de la vid hacia la Galia e Iberia; desde ahí, los visigodos terminan de extenderlo al resto de Europa.

A Norteamérica se cree que llega de la mano de los vikingos, hacia el 1000 dC; a Sudamérica, de la mano de los colonizadores españoles, ya en el siglo XVI (Hernán Cortés, en 1525 en México; en la segunda mitad del siglo, a Chile, Perú y Argentina; a finales del XVII a California). A Australia, a finales del XVIII….

Y entonces llegó la filoxera, pero esa es ya otra historia…

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ACIDEZ VOLÁTIL/ACÉTICO EN VINO, SIDRA, VINAGRES Y ZUMOS

Fotografía facilitada para ilustrar la entrada "Acetico en vino sidra y zumos"

La acidez es una característica determinada por la suma total de ácidos que contiene una muestra. Podemos cuantificar el conjunto de todos ellos de forma indiferenciada (acidez total) o de forma agrupada (acidez fija y acidez volátil) en función de su tamaño. La acidez fija corresponde al conjunto de ácidos orgánicos de baja volatilidad como los ácidos málico, láctico, tartárico o cítrico y es inherente a las características de la muestra; la acidez volátil corresponde al conjunto de ácidos orgánicos de cadena corta que pueden extraerse de la muestra mediante un proceso de destilación: el ácido fórmico, el ácido acético, el ácido propiónico y el ácido butírico. De todos ellos, el responsable de aproximadamente el 99% de la acidez volátil corresponde al ácido acético, por lo que frecuentemente la determinación del mismo es suficiente para determinar con fiabilidad la acidez volátil total. Además, la acidez volátil aparece a lo largo del procesamiento como consecuencia de las transformaciones metabólicas de la fruta.

La presencia de ácido acético en un producto de fermentación es normal y es consecuencia del metabolismo de levaduras y bacterias, tanto en su metabolismo anaerobio (fermentación) como aerobio (glucólisis). Estas bacterias transforman el etanol en acetaldehído primero y después, si hay suficiente oxígeno (como ocurre en depósitos parcialmente llenos), en acético y acetato de etilo por esterificación con el etanol. El problema aparece cuando, debido a una población creciente (especialmente bacterias Gluconobacter, Acetobacter y Bretanomyces, pero también Saccaromyces mycoderma y cerevisiae), los niveles de acético aumentan hasta un nivel en que se empieza a percibir de manera evidente su olor característico (a partir de 0,8 g/L) y modifica las características aromáticas (sabor a ‘picado’, acetato de etilo, acetoina). La formación de un velo superficial de aspecto blanquecino es una clara señal de la presencia de estos organismos. En el caso de zumos, la presencia de acético es indicativa de un proceso de fermentación (deterioro) iniciado y por tanto un buen indicador del estado sanitario del mismo. Este fenómeno puede ocurrir de forma inmediata en zumos, lo que se evita mediante el tratamiento en frío del exprimido y pasteurización posterior.

Inicialmente G. oxydans, la especie con mayor presencia en frutas incluyendo uvas, inicia el proceso de acetificación consumiendo los azúcares disponibles y convirtiéndolos en etanol (este género de bacterias carece de enzimas del ciclo de Krebs, por lo que no pueden oxidar completamente el azúcar hasta CO2), pero inhibe su crecimiento a concentraciones moderadas de alcohol, por lo que tiende a ser remplazada por A. aceti una vez iniciada la fermentación. A. aceti es dominante especialmente en bayas infectadas de botiritis y es capaz de sobrevivir en vino, incluso en condiciones anaeróbicas y multiplicarse rápidamente en presencia de mínimas cantidades de oxígeno, lo que hace necesario establecer mecanismos adicionales de protección (sulfitos, baja temperatura). 

Valores de acético por encima de 1,2-1,5 g/L ya no son legales para vino (el límite específico depende de la legislación local), con la excepción de los vinos botirizados, en los que puede alcanzar hasta 2,1 g/L. En sidra el límite legal está en 2,2 g/L. El proceso de acetificación puede realizarse de forma intencionada en la producción de vinagres elevando la concentración de acético hasta más allá del 50 g/L (5%). 

La determinación del contenido en acético es un requisito de control de proceso en la elaboración de, vino, sidra, cerveza, o vinagre (y por extensión, de cualquier producto en el que se desarrolla una fermentación natural como parte de su proceso de producción), y de zumos industriales, mosto o cualquier otro alimento en los que la fermentación debe evitarse. El procedimiento tradicional (recogido en muchas de las normas oficiales) consiste en una destilación o en arrastre por vapor (método oficial AOAC) de todos los componentes volátiles que, posteriormente, se valoran con hidróxido sódico con fenolftaleína como indicador de viraje. Estos componentes volátiles, además del acético, fórmico, butírico y propiónico, incluyen sulfitos libres y totales de la muestra (que también aportan acidez), por lo que, en el mismo procedimiento se valoran inmediatamente después. Los principales inconvenientes de este método son la subjetividad asociada a determinar con precisión los puntos de viraje (solventable mediante el uso de potenciómetros), los errores inherentes a un método manual en la preparación y manipulación de los reactivos y, muy especialmente, el tiempo necesario para realizar el propio proceso de destilación o arrastre (de 10 a 15 minutos, en función del volumen de muestra), que lo hace especialmente tedioso en caso de tener que procesar un número significativo de muestras, aumentado el riesgo de cometer errores involuntarios.

Recientemente la OIV ha incluido el método enzimático ha sido incluido entre los métodos oficiales para la determinación de acético (Resolución OIV 621-2019). Los métodos enzimáticos se basan en la capacidad de los enzimas de actuar de forma específica sobre un sustrato, en este caso el ácido acético, pudiendo realizarse directamente sobre la muestra con muy poca o ninguna manipulación. El método propuesto se basa en la transformación del acético a acetilfosfato consumiendo ATP mediante la acetato quinasa; el ADP formado se regenera a ATP mediante la transformación del fosfoenolpiruvato a piruvato de forma cuantitativa mediante la piruvato quinasa y, a su vez, el piruvato se transforma a lactato mediante la lactato deshidrogenasa con consumo de NADH, de forma que la reacción puede cuantificarse mediante la medida espectrofotométrica de la desaparición de NADH. 

La principal ventaja de este método es que no requieren ningún tipo de manipulación de muestra, es altamente específico para acético, rápido (resultados en cinco minutos) y automatizable, con un consumo mínimo de reactivos. Mediante el método enzimático es posible  la determinación de acético con una alta sensibilidad (desde 0,03 g/L) y hasta valores de aproximadamente 1,2-1,4 g/L de acético, suficiente para la gran mayoría de muestras tanto de zumo (necesidad de sensibilidad) como de vino (valores intermedios); en el caso de vinagres, se requiere una predilución de la muestra (alrededor de 1/50) hasta llevarla a valores adecuados al rango de medida.

Sinatech ofrece una gama de reactivos enzimáticos de alta fiabilidad y precisión para la determinación específica y precisa de azúcares y ácidos en zumos de fruta y derivados aceptados entre los métodos oficiales de análisis. El sistema Dionysos es una herramienta óptima para el control del proceso de producción, capaz de garantizar los requisitos de calidad y seguridad alimentaria exigidos por la reglamentación existente.

Fotografía facilitada para ilustrar la entrada "Acetico en vino sidra y zumos"

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